Los vientos de guerra que soplan en el Donbass

Por Maxence Smaniotto

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

El presidente de la bandera arcoíris, Joe Robinette Biden, ni siquiera ha terminado de calentar su asiento en la Sala Oval de la Casa Blanca cuando ya se esta preparando para lanzar una nueva cruzada en nombre de la democracia y los derechos humanos. Biden está brindando su apoyo a los nacionalistas ucranianos que quieren recuperar el control de los territorios prorrusos sobre los cuales Kiev perdió todo control debido al golpe de Estado atlantista que sucedió en el Maidán. El presidente de Estados Unidos promueve el uso de bombas inteligentes contra la población civil del Donbass. Además, las autoridades ucranianas desean reanudar la guerra, algo que viola los acuerdos de Minsk II, con la intención de crear una herida que impida el proceso de integración geoestratégico de Eurasia y de ese modo preservar el orden mundial unipolar atlantista liderado por los países anglosajones.

Ucrania, un país al borde del colapso

La Ucrania post-Maidán es un Estado fallido cuyo PIB ha caído cerca de un 49% entre el 2013 y el 2017, además de ser carcomido por la corrupción. Lo único que mantiene unido a este país es el nacionalismo: en el plano militar esto se traduce en los esfuerzos que realizan algunos sectores del ejército y ciertos grupos fascistas, mientras que en el plano económico Ucrania sobrevive gracias a los préstamos del FMI. El oligarca Petro Poroshenko reemplazó las inversiones de la rusa con las inversiones de la mafia occidental, debido a que la primera fue expulsada del sistema económico-político ucraniano por la revuelta del Maidán. 

Kiev llenó sus arcas vacías mediante prestamos colosales concedidos por Bruselas, el FMI y Estados Unidos, entidades que deseaban arrebatarle a Rusia la influencia que tenían sobre Ucrania y de ese modo ponerla al servicio del atlantismo: Ucrania recibió 17.000 millones de euros en el 2014, otros 16.600 millones en el 2015 y 5.500 millón en el 2019. El cambio de régimen fue parcialmente exitoso, pero Rusia se anexionó rápidamente Crimea en marzo del 2014 y la región minera del Donbass (muy importante desde un punto de vista estratégico y habitada en su mayoría por rusos) terminó por sublevarse y declarar su independencia bajo el nombre de Novorosia, lo que llevó a que fuera reprimida por el ejercito ucraniano y divisiones paramilitares al servicio de Kiev.

Los medios de comunicación comenzaron a hablar de “dos Ucranias”: una occidental, pro-europea y democrática, y otra oriental prorrusa, corrupta y bárbara.

Sin embargo, el mito de las “dos Ucranias” es una caricatura de una realidad mucho más compleja: el Occidente de Ucrania está compuesto por territorios que le fueron arrancados a Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumania por la URSS después de la Segunda Guerra Mundial, siendo un territorio artificial nacido de una centralización estatal de origen jacobino. La identidad de este país entró en crisis en el 2014 cuando se intentó imponer el uso exclusivo de la lengua ucraniana en un territorio habitado por rusos, húngaros, rumanos y tártaros. El Oriente de Ucrania es un Estado habitado por ruso-parlantes que muchas veces han querido independizarse de Kiev, mientras que el Sur es un territorio poblado por tártaros (descendientes de turcos), rusos, búlgaros y moldavos. El Centro y el Norte del país tiene una composición étnica mayoritariamente ucraniana. El mito de las “dos Ucranias” encubre que en realidad este país es un Estado artificial construido sobre anexiones hechas por Rusia (un ejemplo seria Crimea) y cuyas diferentes regiones tienden ya sea hacia Occidente u Oriente dependiendo del momento histórico.

La anexión de Crimea por parte de Moscú se debe a varias razones: en primer lugar, para enaltecer el orgullo nacional ruso, ya que la península fue conquistada por los rusos en el siglo XVIII y luego cedida a la Republica Socialista Soviética de Ucrania por Nikita Jruschov en 1954; en segundo lugar, porque Crimea tiene una enorme importancia geoestratégica y alberga la base militar rusa de Sebastopol, siendo esta la más importante del Mar Negro. 

Se esperaba que el golpe de Estado patrocinado por las redes atlantistas haría que Ucrania se uniera a la OTAN y de ese modo Moscú sería incapaz de proyectarse no solo hacia el Mar Negro, sino también hacia el Mediterráneo, donde este aliado con Bashar al-Assad en Siria y el mariscal libio Khalifa Haftar en Cirenaica. 

Nuevos enfrentamientos

El actual presidente de Ucrania es un excomediante llamado Volodímir Zelenski, que llegó al poder de forma inesperada después de una campaña electoral incongruente en la que se negó a debatir con los otros candidatos presidenciales y en vez de eso se limitó a grabar vídeos que colgaba en las redes sociales. Zelenski siempre manifestó una gran ambigüedad durante su campaña presidencial y en cierto modo sus actuaciones en publicó se parecían a las del personaje que interpreto en la famosísima serie ucraniana que lo llevó al estrellato: el Servidor del Pueblo (siendo este el nombre de su partido). No obstante, Zelenski recibió el apoyo del conocido oligarca ucraniano Ihor Kolomoisky (quien también es el presidente de la Comunidad Judía Unida de Ucrania y expresidente del Consejo Europeo de Comunidades Judías) conocido por haber financiado los tristemente célebres batallones neonazis Azov, Aidar y Pravy Sektor durante la guerra del Donbass. Kolomoisky también fue cofundador del banco ucraniano PrivatBank y es propietario del canal de televisión 1+1, que emitió la serie en la que Zelenski era el protagonista, siendo igualmente este medio televisivo el que impulsó su campaña presidencial.

Zelenski llegó a la presidencia sin tener ninguna experiencia política e ignorando por completo la forma en que el poder operaba en Ucrania; Zelenski también carece de una visión de futuro o de la capacidad para definir el destino de Ucrania. Además, Zelinski ha gobernado Ucrania de forma absurda, sin preocuparse por luchar contra la corrupción o ser parte de un sistema que carece de cualquier clase de legitimidad. Por ejemplo, a pesar de sus reiterados llamado a extirpar la corrupción dentro de Ucrania su nombre aparece en los Pandora Pappers. Además, su entorno político está compuesto en gran parte por los mismos funcionarios que han gobernado Ucrania antes, durante y después del Maidán, empezando por Oleg Tatarov, antiguo portavoz de las fuerzas policiales que reprimieron a los manifestantes del Maidán durante el 2013-2014. 

Volodímir Zelenski no es más que una cascara vacía sin visión estratégica o geopolítica. Zelenski ha sido acusado por la oposición de ser una marioneta de los oligarcas prooccidentales que desencadenaron el Maidán y que querían deshacerse de los oligarcas prorrusos que financiaban al expresidente rusófilo Viktor Yanukovich. Esto significa que Ucrania esta en manos de la parte más corrupta y atlantista de la oligarquía pro-europea, la cual promueve los intereses geoestratégicos de los sectores más rusofobos de la UE y, sobre todo, de los Estados Unidos liderados por el demócrata Joe Robinette Biden, cuya familia participó en el Maidán, especialmente su hijo: Hunter Biden. No por nada el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, trato de presionar a Volodímir Zelenski para que las autoridades ucranianas investigaran los intereses que la familia Biden tenía en Ucrania y de ese modo perjudicar la campaña presidencial del candidato demócrata. Tampoco es una coincidencia que la situación del Donbass empeorará en el momento en que Biden (re)asumió el poder.

A pesar de que siempre ha habido enfrentamiento entre las fuerzas armadas ucranianas y los separatistas en Donbass, los acuerdos de Minsk II habían sido respetados hasta ahora. Pero esta situación ceso en octubre del 2021, cuando el ejército ucraniano comenzó a bombardear instalaciones civiles y posiciones militares dentro del Donbass. El ejército ucraniano ya no es una mezcolanza de soldados mal pagados, voluntarios y mercenarios que fueron incapaces de conquistar las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk entre 2014 y 2015. Ahora se ha convertido en una máquina de matar bien equipada y entrenada por la OTAN. La ayuda económica y militar de Estados Unidos y Europa han dado sus frutos, de modo que el ejército ucraniano cuenta ahora con 255.000 soldados activos, 900.000 reservistas y un presupuesto anual de seis mil millones de dólares comprados a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Israel, Turquía, China, Japón, Canadá, Australia, etc. Ucrania firmó un acuerdo con Turquía en el 2021 con tal de conseguir los drones armados Bairaktar, los cuales fueron desplegados por Azerbaiyán en la guerra contra la República Armenia de Artsaj entre septiembre y noviembre de 2020.

En estos momentos se está llevando a cabo una concentración de fuerza militares en las fronteras de Ucrania y el Donbass. El gobierno ucraniano también ha solicitado que las potencias occidentales desplieguen tropas en su territorio con tal de evitar una invasión rusa. Esta solicitud por parte del excomediante Zelensky y los oligarcas que lo secundan no ha sido bien recibida, ya que todos saben que implicaría cruzar el punto de no retorno y arrastrar a toda Europa a la guerra. El secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, dijo que un despliegue de tropas en territorio ucraniano no sería bien recibido, ya que este país no hace parte de la OTAN, y Joe Biden se limitó a callar al antiguo showman prometiéndole ayuda militar.

Las actuales tensiones y enfrentamientos que sacuden las fronteras ucranianas se producen en un momento de grandes tensiones entre las autoridades de Rusia, Estados Unidos y Europa, especialmente porque el conflicto no es solo de carácter regional, sino internacional. El objetivo principal de esta lucha es impedir el acercamiento entre Rusia y Europa, ya que ello podría debilitar el poder de Estados Unidos. Estados Unidos necesita que los europeos sigan sirviendo a los intereses del atlantismo y, por lo tanto, sean hostiles a Rusia y sus aliados, ya que eso permitiría que los estadounidenses retiraran sus fuerzas militares de Europa del Este y de ese modo enviarlas al Pacífico, la zona que más preocupa actualmente a la talasocracia norteamericana. La estrategia de los anglosajones es impedir que Rusia controle el Hearthland y de ese modo prepararse para la guerra contra China.

Las zonas de conflicto eurasiáticas

El reanudamiento de los combates en el Donbass se debe a los grandes intereses políticos y económicos que tienen como objetivo crear una herida geopolítica que divide en dos bloques antagónicos a Eurasia: el bloque bruselo-atlantista aliado con Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá contra el bloque ruso-iraní al que se han unido Siria, los hutíes yemeníes, los chíitas libanenses y otros pueblos de Asia Central y el Cáucaso, de los cuales debemos excluir a Georgia (un país muy pro-occidental) y Azerbaiyán (pro-turco).

Sin embargo, existen puntos de unificación entre estos bloques como lo son el mar de Barents (el deshielo ha creado nuevas rutas comerciales en el Ártico ruso), el Báltico (cuyo acceso se ve impedido por la hostilidad de los países de la región frente a Rusia), donde el gasoducto Nord Stream 2 fue inaugurado en el 2021, o la falsa crisis migratoria que ha sacudido la frontera polaco-bielorrusa y que Minsk y Moscú denuncian como un intento de las fuerzas atlantistas polaco-lituanas de desestabilizar Bielorrusia. 

Existen otros puntos de contacto, como por ejemplo Nagorno-Karabaj, en el que algunos de los países del bloque atlantista (Israel, Turquía, Reino Unido) han apoyado a Azerbaiyán en contra de Armenia, provocando que el territorio de este último país haya sido reducido significativamente y que tropas de paz rusas tuvieran que intervenir en la zona. Además, existen otros conflictos muy parecidos como los que enfrentan a las repúblicas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur (apoyadas por Rusia) contra Georgia (respaldada por los Estados Unidos y la UE) que aún no se han resuelto y que podrían reactivarse en cualquier momento, algo que ocurrió durante el 2008.

En la región del Oriente Medio la guerra civil siria no ha terminado, pero es obvio que Rusia y, hasta cierto punto, Turquía, que ocupa el noroeste del país con el consentimiento de Moscú, dominan el tablero. Otro campo de batalla es Líbano que, a pesar de su constante desintegración política y económica, es el bastión por excelencia de Hezbolá (una milicia chiíta aliada con Irán y que Israel fue incapaz de derrotar durante su invasión al Líbano en el 2006).

Otra de las graves heridas que existen en Eurasia es Yemen, cuya catástrofe humanitaria es ocultada por los políticos y medios de comunicación occidentales con tal de no ofender a nuestros “aliados” saudíes, que han recurrido al uso de mercenarios para masacrar a la población Houthi, ya que su existencia pone en peligro la circulación de mercancías por el Golfo de Adén y el Mar Rojo, siendo este el único acceso al Océano Indico desde el Canal de Suez.

Todas estas fallas geopolíticas han comenzado a sangrar desde la caída de la URSS. En algunos momentos se reactivan y en otros parecen paralizarse, siendo designados por algunos como “conflictos congelados”. Sin embargo, la reactivación del conflicto del Donbass y la creciente tensión que vive Nagorno-Karabaj (tensión que no fue resuelta por la guerra que estalló entre septiembre-noviembre de 2020) no son más que algunas de las heridas abiertas que pueden volver a abrirse en cualquier momento.

De todas maneras, el objetivo de todo esto es impedir el entendimiento económico y político entre los países del continente euroasiático mediante la obstaculización de la Nueva Ruta de la Seda, el gasoducto Nord Stream 2 y otros proyectos de infraestructuras que se encuentran vigentes. Por otra parte, se quiere que estos obstáculos impulsen la expansión del sistema liberal estadounidense a todos los planos de la existencia humana: uberización, libre mercado, privatizaciones de los bienes públicos, etc… todo ello amparado por ideologías deconstruccionistas e individualistas que legitiman el dominio de Washington, ahora presentado como un faro de libertad frente al “iliberalismo” que existe en sociedades mucho más tradicionales como Rusia, el Cáucaso, Irán, el mundo árabe y China. 

Notas:

1. Christine Lagarde, que actualmente es presidenta del Banco Central Europeo, era en ese entonces directora del FMI. El gobierno ucraniano aceptó sin pestañear triplicar el precio del gas y reducir las ya miserables pensiones de sus habitantes con tal de poder aceptar los préstamos que el FMI le proponía. Cfr: https://www.france24.com/fr/20150312-kiev-ukraine-aide-fmi-17-milliards-dollars-pret-reformes-russie-conflit-guerre.

2. https://www.courrierinternational.com/revue-de-presse/economie-parallele-le-president-ukrainien-zelensky-dans-la-tourmente-des-pandora

3. En un documento de ocho puntos publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso el 15 de diciembre, Rusia propone a Estados Unidos y a la OTAN una serie de medidas con tal de establecer garantías de seguridad para toda la región. El primero de estos puntos implica la exclusión de Ucrania de cualquier proceso de integración en la OTAN, mientras que otros se refieren a una serie de acuerdos donde Rusia y Estados Unidos se comprometen a no utilizar el territorio de otros países con tal de realizar ejercicios militares que impliquen ataques al territorio del otro. Leer: https://mid.ru/ru/foreign_policy/rso/nato/1790818/?lang=en

Fuente: https://rebellion-sre.fr/vents-de-guerre-au-donbass/

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