Liberémonos del trabajo asalariado
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera. La historia del trabajo asalariado es una historia de desposesión. La confiscación del trabajo para servir a los intereses del capitalismo. La emancipación de los asalariados será un paso crucial hacia una comunidad popular autónoma en una patria regenerada.
Domesticación capitalista
La historia del trabajo asalariado en su forma actual es muy reciente en la historia de Europa. Es con el pleno desarrollo del capitalismo que asumirá plenamente su papel. En su primera fase, el reino del capital se construirá precisamente sobre la apropiación de bienes comunes tradicionales y su privatización en beneficio de un pequeño número. Este movimiento pondrá fin a una larga tradición comunitaria europea y abrirá la puerta a una transformación violenta y despiadada. La Revolución Industrial del siglo XIX es el acto fundacional de esta transformación. En consecuencia, el sistema asalariado entra de lleno en el movimiento de domesticación capitalista de todas las actividades humanas.
El sistema de producción resultante de las máquinas con todo lo que implicaba en términos de eficiencia y rentabilidad, y por tanto de cambio en la organización del trabajo, transformó al artesano que trabaja permanentemente, heredero de una larga tradición de profesión, orgulloso y autónomo, a ser un trabajador especializado intercambiable, esclavo asalariado de una unidad de producción centralizada en la que realizaba los mismos gestos repetitivos quince horas al día, desde los ocho años. El comercio desapareció en favor del empleo y las nociones ancestrales de “salario honesto”, “buen producto” o “precio justo” fueron abandonadas en nombre de la nueva moral del lucro.
El artesano textil se ve así desposeído de la producción ligada al saber hacer individual, y esto a favor de una máquina diseñada para convertirlo en un simple ejecutante. Su obra, aislada de la experiencia, perdió todo su sentido. La técnica, que encarnaba en su profesión, se liberó repentinamente de cualquier tradición que la hubiera incrustado hasta entonces. Dejado a sí mismo, pretendía someter a la sociedad a sus criterios, sus escalas y sus ritmos; de la técnica, se había convertido en tecnología. Todo ahora tenía que borrarse de cara al desarrollo de la ciencia y la tecnología. La política, considerando inevitable el desarrollo técnico de los medios de producción, se centró únicamente en los medios para promoverlo. De este modo, la cuestión se resolvió desde el principio con el fin de financiar la inversión y los elevados costes de funcionamiento de las máquinas.
Resistencia al trabajo asalariado
Y para vender esta producción, obviamente comenzamos a despertar un deseo morboso completamente ignorado por los pueblos libres: el del consumo. “En una generación, un mundo basado en la vida rural y autónoma, la tradición de los oficios, el intercambio y la solidaridad comunitaria”, como escribe Olivier Maulin, “se había transformado en un enorme campo de exterminio donde una mano obrera trabajaba de forma disciplinada o era castigada, que no tenía más libertad que consumir y volver a consumir cuando no se moría de hambre, de miseria o la asfixiaban los humos de la fábrica. Pero cuando esta pesadilla se apoderó de ellos, los hombres se rebelaron. Cortadores de ropa, calcetería, artesanos textiles… Son los que rompen las máquinas, los chouans de la industria naciente”.
Desde los luditas ingleses hasta los canuts de Lyon, el siglo XIX será atravesado por una resistencia clandestina a la explotación y el trabajo asalariado, el movimiento obrero y socialista francés se construirá sobre esta defensa del “comercio”. Esta naciente resistencia obrera está ligada a la resistencia campesina que al mismo tiempo busca garantizar la supervivencia de su forma de vida comunitaria frente a la “modernización” del mundo rural. A pesar de la implacable modernización de la producción, los trabajadores a menudo han buscado defender su identidad profesional y la cultura asociada a ella. La preservación del saber hacer y las regulaciones internas de un sector de producción dado no solo son las mejores protecciones contra la domesticación capitalista, sino que también dan sentido a la existencia. Para que suceda este significado, el trabajador debe tener el control de lo que produce. El trabajo requiere saber hacer un conjunto de tareas en un campo en particular, luego de un período de aprendizaje, a lo largo del tiempo, adquiriendo experiencia y comprometiéndose con la propia actividad. Lo que se produce debe ser útil para los demás y tener un significado social. El significado del trabajo es volver al espíritu de servicio a la comunidad.
Louis Alexandre