Entrevista con Andrea Scarabelli: la aventurera vida de Julius Evola
Entrevista realizada por Maxence Smaniotto
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Nota: esta entrevista apareció en el número 102 de Rébellion. Desde entonces, la primera gran biografía del pensador italiano está disponible en francés en la editorial Ars Magna: https://www.editions-ars-magna.com/livre/scarabelli-andrea-la-vie-aventureuse-de-julius-evola/
El 11 de junio de 1974, el filósofo y artista italiano Julius Evola abandonó la tierra para reunirse con los cielos. Nos dejó un legado inmenso e influyó en un número considerable de pensadores, artistas y activistas políticos de todos los ámbitos.
Este año, en el que se cumple el cincuenta aniversario de su muerte, Rébellion ha querido conmemorar al filósofo tradicionalista romano mediante una entrevista con Andrea Scarabelli, que acaba de publicar en la editorial Bietti la primera gran biografía del pensador italiano. En esta obra (que debería aparecer en breve en francés y en inglés, pero que ya está teniendo un gran éxito en Italia), Scarabelli nos ofrece un retrato insospechado de Evola, a menudo complejo y muy alejado del mito…
Buenos días, Andrea. Gracias por dedicar parte de su tiempo a nuestra revista Rebellion. Es una oportunidad para felicitarle: ¡su reciente biografía de Julius Evola es excelente y ya se ha convertido en una obra de referencia! ¿Podría hablarnos un poco de usted y de su trayectoria, tanto profesional como personal?
¡Buenos días y gracias por esta entrevista! Estudié filosofía en la Universidad de Milán: en los claustros, entre clase y clase, empecé a descubrir a autores como Evola (que, por cierto, impartió una serie de cursos en esa misma universidad a principios de 1940), René Guénon y Guido De Giorgio. A decir verdad, descubrí sus obras a través de la historia de la filosofía. Siempre he sido un poco alérgico a la política, sobre todo a la de los grupos y círculos constituidos. A lo sumo, siento cierto interés por la metapolítica, pero ese es otro tema. Un año antes de graduarme, comencé a trabajar para la editorial Bietti, a la que me introdujo Gianfranco de Turris, amigo de Julius Evola y presidente de la Fundación dedicada al filósofo. Durante años, de Turris me enseñó pacientemente a preparar nuevas ediciones, redactar notas, elaborar bibliografías o buscar textos raros para proponer a los editores.
Con Bietti, en 2011, lanzamos una colección cuyo nombre, por decirlo suavemente, era «guénoniano»: Archeometro, así como una revista: Antarès, perspectivas antimodernas. ¡Ambas siguen existiendo, después de casi quince años de actividad! En los años siguientes, colaboré en varios proyectos del GRECE Italia y de la Fundación Julius Evola, de la que soy actualmente vicesecretario, y establecí relaciones con diversos grupos de la misma sensibilidad en toda Italia y más allá. También colaboro en varios periódicos, algunos en línea y otros impresos.
En resumen, y dado que la historia de un hombre se resume en sus logros, podría describirme así: unos cincuenta libros publicados, siete traducidos y uno escrito, trescientos textos que incluyen artículos y ensayos, ¡así como un sinfín de conferencias y presentaciones de libros! Prodigios del insomnio…
¿Por qué le interesaba tanto escribir Vita avventurosa di Julius Evola? Se trataba de una obra colosal que requirió casi diez años de trabajo. ¿Cuál era su intención principal al escribir este libro?
Escribí este libro por la sencilla razón de que era uno de los últimos elementos que faltaban en el campo de los «estudios evolianos». Todas las obras del filósofo han sido publicadas, bien editadas, en la serie Œuvres de Julius Evola de Edizioni Mediterranee; se han publicado varios estudios en profundidad que recogen los diversos temas abordados por el filósofo —política, historia de las religiones, filosofía, arte…— y la revista Studi Evoliani, creada en 1999, sigue publicando cada año nuevos números monográficos.
Solo faltaba una biografía y yo la escribí. Gracias a felices coincidencias y a una red de colaboradores que me ayudaron enormemente con sus consejos y aportaciones complementarias (a todos ellos les doy las gracias en el libro), pude atreverme a escribir esta biografía. El resultado me parece bueno, aunque quedan algunas lagunas por llenar. Además, en los meses posteriores a su publicación, hice muchos nuevos descubrimientos. Se añadirán a lo que ya he escrito para la nueva edición de Vita avventurosa… Mis investigaciones no cesaron con la publicación del libro. ¡Ya tengo un centenar de páginas de añadidos adicionales!
Entremos en materia: hablemos ahora de Evola. Su libro no solo narra la vida del pensador italiano, sino que también se propone desmontar una serie de mitos y rumores que persisten sobre él. Un primer punto, bastante sorprendente, es quizás su título de «barón» …
Sí, en realidad no lo era. Su nombre no aparece en el Almanaque de Gotha, que es una enciclopedia de las familias nobles de Europa. Él mismo difundió este rumor, al principio como una broma de artista, y luego como una forma de ganarse el reconocimiento de ciertos círculos revolucionarios-conservadores austriacos y alemanes, todos ellos compuestos por aristócratas. En Francia, Adriano Scianca también destacó este punto cuando reseñó mi libro para Éléments (en un texto fechado el 27 de mayo de 2024 y titulado «Julius Evola más allá de las máscaras»).
Este hecho, en realidad ya ampliamente conocido en los círculos tradicionalistas mucho antes de la publicación de Vita avventurosa, sorprendió a más de uno y provocó todo tipo de reacciones. Bueno, ahora que ya no es un secreto, ¡eso no nos exime en absoluto de leer sus treinta obras!
Otro mito: su supuesta misoginia y su estilo de vida, que algunos califican de ascético. De hecho, todos los testimonios que ha recopilado tienden a demostrar lo contrario. ¿Podría hablarnos de su relación con las mujeres? ¿En qué medida influyó en su obra?
El estilo de vida de Julius Evola no tenía nada de ascético. Era, como se dice, un «hombre de mundo», y nunca lo ocultó. En 1930 firmó una decena de artículos en los que describía los clubes nocturnos de las capitales europeas que frecuentaba como «enviado especial» de algunos periódicos.
En cuanto a su misoginia, existía en cierta medida, pero, como escribió Sandro Consolato en su excelente Le tre soluzioni di Julius Evola (Arŷa, Génova 2020), no tenía nada que ver con los estudios tradicionales. Por lo demás, y volviendo a su biografía, a lo largo de mis investigaciones descubrí numerosos testimonios que atestiguan que Evola era bastante empático con el género femenino. A menudo, sus bromas sobre las mujeres no eran más que una buena forma de escandalizar a sus interlocutores, algo que le gustaba hacer, irónicamente, para impresionar a los burgueses. Un gran especialista austriaco en Evola, Hans Thomas Hakl, escribió en La Cittadella: «Estoy convencido de que Evola ocultaba una parte femenina muy bien escondida. Pero luchó con todas sus fuerzas para aplastarla. Esto podría explicar en gran parte su cinismo hacia las mujeres».
En cuanto a las relaciones entre hombres y mujeres, Evola tenía, por así decirlo, un enfoque diferencialista, lo que le llevó a escribir en Metafísica del sexo: «Preguntarse si la “mujer” es superior o inferior al “hombre” es tan inútil como preguntarse si el agua es superior o inferior al fuego». Este libro, uno de los más traducidos al extranjero, no se basa únicamente en puras especulaciones, sino en sus propias experiencias relacionadas con la magia sexual.
A principios del siglo pasado, Evola se involucró en algunos movimientos de vanguardia (principalmente el dadaísmo), un compromiso que nunca renegó. ¿Qué nos puede decir sobre este periodo de su vida?
Cuando Evola se acercó a estos círculos vanguardistas, pasó primero por el futurismo, como muchos de sus contemporáneos; en aquella época, era una especie de paso obligatorio. Se le ha llamado «alumno de Giacomo Balla», pero eso es bastante exagerado: frecuentaba el taller del pintor futurista, donde, entre numerosas lecturas filosóficas, esencialmente nietzscheanas, descubrió el ocultismo gracias al pintor Ginna. Posteriormente se alejó de ese entorno, al considerar el futurismo demasiado «moderno» para su gusto, y se volcó en el dadaísmo de Tristan Tzara, que desarrolló a su manera, desde una perspectiva más metafísica —como hemos dicho, ya estudiaba filosofía en aquella época —y sin mucha relación con lo que hacían los demás artistas que le rodeaban.
Últimamente, se ha escrito mucho sobre este periodo de su vida. Se han organizado varias exposiciones, la más importante de las cuales tuvo lugar en el MART de Rovereto, gracias a los esfuerzos de Vittorio Sgarbi [n. del t., famoso crítico de arte italiano, antiguo diputado y personaje pintoresco].
Los vínculos que unen a Evola con los fascismos europeos también han dado mucho que hablar. Su libro es muy esclarecedor en este sentido. ¿Qué hay de cierto en ello?
¡Responder a esta pregunta requeriría sin duda dos o tres libros más! Digamos que Evola era muy cercano al fascismo. Intentó integrarlo en su pensamiento y le dio una lectura «metafísica», a menudo poco acorde con la Realpolitik de los círculos dirigentes, lo que explica la constante vigilancia que ejerció sobre él la OVRA, la policía política fascista. No olvidemos que el fascismo italiano estaba formado por un mosaico de movimientos divergentes, que a menudo mantenían relaciones muy conflictivas. También hay que situar este fenómeno en su contexto temporal: el fascismo de 1922 era muy diferente al de 1930 o 1940. Como buen monárquico que fue y siguió siendo, Evola sentía poca simpatía por el primer fascismo y aún menos por el último (la República Social Italiana).
Dicho esto, no percibía todos los fascismos europeos de la misma manera. En el mundo germánico, se sentía más cercano a la «revolución conservadora» alemana y austriaca, a menudo antihitleriana, mientras que siempre consideró con cierto distanciamiento aristocrático al nacionalsocialismo «oficial». En cambio, quedó claramente deslumbrado por Corneliu Zelea Codreanu, el carismático líder de la Guardia de Hierro, a quien conoció en marzo de 1938 en Bucarest. Durante sus largas conversaciones, no se habló de política, sino de metafísica y de alta ascética. Evola quedó muy marcado por este encuentro, que tuvo lugar, por cierto, en unos días fatídicos: unas semanas más tarde, el Capitán fue detenido por última vez y murió en circunstancias bastante misteriosas.
Hablemos un poco de la hostilidad de Evola hacia la Iglesia y, en general, hacia el cristianismo. A veces se ha intentado relativizarla, argumentando que había reconsiderado las opiniones expresadas en Imperialismo pagano y que finalmente había aceptado reevaluar el papel de la Iglesia católica. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Evola nunca fue cristiano, ni siquiera católico. Es cierto que «renegó» de Imperialismo pagano después de la Segunda Guerra Mundial, pero solo porque ese libro había sido escrito apresuradamente en un momento crítico, durante la polémica sobre el fascismo, el imperialismo y el cristianismo, iniciada por el pitagórico Arturo Reghini en la segunda mitad de 1920. La prensa fascista comenzó a boicotearlo, a instigación de los católicos, y él, en respuesta a las críticas del bloque «güelfo», reunió sus artículos —textos ya escritos, pero dejados de lado— en este panfleto. No hubo conversión, por lo tanto. Personalmente, no comparto la opinión de Evola: Imperialismo pagano es un texto lúcido y esclarecedor, y no solo el fruto de una «situación dada».
Otro mito, que también desmiente su libro, tiende a presentar a Evola como un «escondido», un intelectual que predicaba la guerra para poder huir de ella. Por el contrario, usted muestra que intentó ir al frente, tanto en Etiopía como durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué hizo durante esos conflictos?
Intentó alistarse, como indica su pregunta, pero una serie de obstáculos administrativos le impidieron ir al frente. Todo esto, por supuesto, está documentado en el libro. Para ir a la guerra, en 1942, llegó incluso a solicitar el carné del Partido, algo de lo que habría prescindido gustosamente, pero se topó con los juegos del poder.
Como no podía combatir en el ejército, decidió luchar a través de la prensa, tal y como escribió el 17 de noviembre de 1936 en Diorama Filosofico, saludando a aquellos que tenían «el privilegio, tan codiciado por todos nosotros, de pasar por la prueba de las armas». Pero el filósofo evocaba otra trinchera, muy lejos del campo de batalla, y escribía: «Retomemos donde lo dejamos, sin dudar de que nuestra propia lucha cultural tiene, por sí sola, toda su importancia».
¿Qué fue lo que más le sorprendió a lo largo de esta larga investigación?
La singularidad del pasado que se abrió ante mis ojos, que se materializó letra tras letra, documento tras documento. Durante esta investigación, que me llevó varios años, recorrí media Italia y visité muchos de los lugares descritos en artículos y reportajes de hace casi un siglo. Un largo periplo que, tras un tiempo, tenía que llevarme inevitablemente de vuelta al presente. Y créanme, volver no siempre es fácil, como ya decía Nietzsche en la segunda de sus Unzeitgemässe Betrachtungen.
Su obra debe publicarse necesariamente en el extranjero. ¿Hay previstas traducciones?
¡Por supuesto! Acabo de llegar a un acuerdo con Ars Magna para la edición francesa, con Prav Publishing para la edición inglesa, y estoy negociando la traducción al ruso.
¿Qué obras de Evola recomendaría a quienes deseen acercarse a su obra?
Recomendaría leer primero El camino del cinabrio, que ofrece una visión general de sus obras. El lector encontrará en él diferentes pistas y podrá elegir la que más le convenga: el arte o la política, los estudios sobre la Edad Media o la filosofía, la historia de las religiones o los enfoques mágicos, Oriente u Occidente. A continuación, para comprender a Evola en su globalidad, en su razón de ser, por así decirlo, hay que leer Cabalgar el Tigre, cuyo subtítulo no podría ser más adecuado para la fase histórica que vivimos: Orientaciones existenciales para una época de disolución.
Fuente: https://rebellion-sre.fr/entretien-avec-andrea-scarabelli-la-vie-aventureuse-de-julius-evola/