Entrevista a Rémi Soulié: Hermes, el mensajero de lo sagrado en medio del mundo moderno
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Usted dedicó hace poco un pequeño ensayo a Hermes, ¿acaso considera que este dios de la comunicación y el intercambio es el vínculo que une lo profano y lo sagrado?
Sí, creo que sí. De hecho, considero que es mejor decir, tout court, que el mismo es el vínculo. Sin embargo, Hermes no es tanto un dios de las uniones, como solía decir Dumézil, como el dios que “aglutina” los “estados múltiples del Ser” tal y como los define René Guénon. Hermes es un dios que viaja y circula por todos los escalones que componen la realidad cosmo-ontológica. Se trata de un dios móvil, esquivo, que lleva los mensajes de Zeus y, por lo tanto, es el portador del conocimiento sagrado y verdadero.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que los griegos no separaban en absoluto lo sagrado y lo profano como lo hace el cristianismo al diferenciar entre el César (lo temporal) y Dios (lo espiritual). Ahora bien, definir qué es lo espiritual es muy difícil y podemos decir que a fortiori tal realidad se preservó incluso durante la época cristiana. Podemos decir que lo divino era omnipresente en el mundo griego – los dioses, decía Heráclito, también están presentes dentro de nuestra cocina – y es por eso que era imposible decir que existiera un espacio puramente profano fuera del que los hombres “cortan” (temnein)… con tal de construir un santuario (temenos). Esa definición de lo divino es inconcebible para nosotros ya que vivimos en un mundo demasiado profano. La historia religiosa de Europa se puede resumir como un proceso de alejamiento de lo divino y la trascendencia hasta que lo sagrado finalmente es “relegado” a un tabernáculo o al sacramento eucarístico católico. Y finalmente todo culmina con la desaparición de lo sagrado. Es la “consagración”, por así decirlo, de la era del vacío y el nihilismo en el que nos encontramos sumergidos. Se trata en realidad de un sacramento que recibimos “en medio de la oscuridad”.
Hermes es una deidad muy cercana a los humanos y, de hecho, es un psicopompo (quien transporta nuestras almas), por lo que para acceder al conocimiento sagrado que lleva debemos permanecer siempre atentos a lo que hace. ¿Cómo podemos acceder a lo divino en un momento donde se ha globalizado el nihilismo y donde es muy difícil no caer en los excesos de la Nueva Era?
Se trata de un asunto bastante complejo. La Nueva Era es heredera del teosofismo – uso este término en el sentido de René Guénon –, es decir, se trata de una forma de “religiosidad” sincrética que en esencia es anti-metafísica y que sus defensores consideran como una posible “religión” mundial humanista que funcionaría como el alma de la globalización, satisfaciendo con ello no solo el mercado material sino también el “espiritual”. Tal operación implica ignorar las particularidades políticas y religiosas de los pueblos con el objetivo de crear una parodia de la Tradición Primordial.
Sinceramente, no veo que se puede hacer a nivel colectivo si tenemos en cuenta el punto de degeneración que hemos alcanzado. No solo hemos olvidado el Ser, como decía Heidegger, sino que además carecemos de las condiciones colectivas para recuperar su recuerdo. No obstante, como individuos podemos pensar y vivir de dos maneras: ver en la noche que vivimos una noche sagrada (Hölderlin llegó a decir que se ha producido un alejamiento o huida de los dioses junto con una inversión de nuestra tierra natal o patria); o abrir nuestra alma a lo divino que, paradójicamente, siempre está a nuestro lado – aunque ya no seamos capaces de percibirlo –. Por lo tanto, debemos pensar y vivir lo divino como ausencia y como presencia. Solo así seremos capaces de penetrar dentro de la coincidentia oppositorum – la unión de los opuestos – que es la manifestación de lo divino. Por otra parte, la naturaleza, como forma concreta que ha sido muy torturada por los modernos, sigue siendo el santuario de la divinidad y siempre está abierta para quienes deseen ver dentro de ella. El cielo nocturno es un excelente ejemplo. Lo vertical siempre nos llamará y atraerá mientras permanezcamos de pie. Es por esa razón que debemos estar alertas y escuchar las palabras del Liber mundi. Los cuatro elementos (como, por ejemplo, la percepción que tenemos del aire) nos sumergen en algo maravilloso sin importar cuan contaminados se encuentren. De cualquier manera, es necesario practicar la soledad si queremos escuchar a la divinidad; el silencio se ha convertido en un lujo en un mundo dominado por las masas y la cantidad. Es por eso que de vez en cuando debemos retirarnos, pues solo de ese modo conquistaremos lo que es importante. Creo que las cosas son más sencillas de lo que creemos y podemos acceder a ellas de una forma mucho más inmediata de lo que solemos pensar. Es por eso que para acceder a las teofanías tenemos que rasgar el velo que produce las ilusiones del espectáculo y romper las pantallas del racionalismo estrecho.
Los europeos tenemos una relación paradójica con la Modernidad: en parte hemos sido sus creadores, pero por otro lado hemos sido sus primeras víctimas. ¿Cómo podemos explicar el nacimiento y el desarrollo de un fenómeno que rompió de forma tan radical con la Tradición? ¿Acaso usted cree que existe un camino alternativo, digamos, la “vía Hermes”, que pueda poner fin al materialismo y los excesos que ha producido la globalización?
Comparto la idea de que estamos inmersos en una gran tragedia. Existen muchas genealogías sobre este desastre y cada escuela tiene su propia interpretación de tal proceso: según Peguy esto habría comenzado en 1883, la escuela contrarrevolucionaria lo data en 1789, Paul Hasard lo atribuye a “la crisis de la conciencia europea” (1680-1715), otros a la política de Felipe el Hermoso (la justificación por parte de los juristas del poder político y el retroceso de la autoridad espiritual), la escolástica (el triunfo de Aristóteles sobre Platón), e triunfo de Sócrates-Platón-San Pablo (Nietzsche) y habrá quienes digan que todo esto es culpa del pecado original… No obstante, considero que los mejores intérpretes de esta crisis han sido René Guénon y los metafísicos de la India: nos encontramos en medio del fin de un ciclo y el proceso de degeneración se ha acelerado de forma vertiginosa. Sin embargo, cuando todo parezca perdido, llegará un “dios que tomará el timón”, como decía Platón, e inaugura un nuevo ciclo. Hemos caído tanto en medio de este desastre que nos hemos olvidado de la “estrella”. La desorientación de nuestros contemporáneos ha llegado a tal punto que muchos consideran que este infierno tecno-democrático es el cielo. Sin embargo, no vale la pena preocuparse demasiado por esto, pues semejante desorden hace parte del “orden de las cosas”: nacimiento, crecimiento, apogeo, degeneración, muerte, renacimiento, etc. Nuestro deber es permanecer fieles a los principios eternos y dar testimonio de ellos sin renunciar jamás a lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero.
El camino de Hermes siempre transcurre bajo tierra como si se tratara de un río o, utilizando una metáfora muy querida por los románticos alemanes, una gruta. Este camino permanece y es tangible incluso cuando el exoterismo y las ideologías religiosas fracasan. Este “rio” subterráneo sólo puede ser transitado por unos pocos, por un número bastante reducido de personas. No se trata de una forma de orgullo intelectual ni tampoco de alguna clase de elitismo (palabra que ha sido demasiado adulterada en los últimos tiempos por nuestras “élites” actuales que, de vivir en una sociedad tradicional, tendrían como único oficio limpiar las letrinas), sino que se trata de una vocación especulativa y operativa que únicamente puede ser llevada a cabo por unos cuantos iniciados (algo que explica la existencia de los estamentos o las castas). Como hoy en día la “cuna” no significa nada (y no tendré la crueldad de abordar el problema de las familias “reales” …) he llegado a la conclusión de que solo en el pueblo (por muy embrutecido que este por la matrix y la sociedad del espectáculo) persisten todavía los elementos sanos. Quizás esa es la razón por la que es ferozmente reprimido por las oligarquías sindicales, que trabajan codo a codo con las oligarquías financieras, cuando este se levanta sin su permiso. Al pueblo se le niega toda existiendo y es expulsado a lugares que hoy en día son denominados como “barrios obreros”. Flatus vocis, nomina nuda tenemus… La democracia, como decía Péguy, es “el menos popular de todas las formas de gobierno”.
Hermes Trismegisto es una de las más fascinantes encarnaciones de esta divinidad. ¿Puede explicarnos el origen de sus enseñanzas?
Todo lo que es grande, autentico y original tiene un carácter anónimo y oral, es decir, tiene un carácter no humano. Por otra parte, no importa para nada lo que diga el positivismo científico como digo en mi ensayo Les Métamorphoses d’Hermès. La gnosis hermética hace parte, aunque con sus propias características, de la Tradición Primordial. Se trata de un “depósito” o “centro” espiritual que recopila el saber que ha existido en todas partes antes de que triunfara el reino contemporáneo de la ignorancia. Claro, vivimos en una época espantosa donde el embrutecimiento de las masas es presentado como la democratización del conocimiento. La Ilustración solo sirvió para poner la Luz debajo del celemín. Se trata de un cascaron vacío muy similar a los juegos sin sentido de la política. Péguy describió de forma excelente este mundo político dominado por tramposos que no tienen nada de místicos. Ahora bien, estos tramposos se enfurecen cada vez más y más debido a que el pueblo se ha hecho demasiado escéptico, razón por la cual lo reprimen con mucha brutalidad.
¿Considera que el hermetismo es una forma de pensamiento no-dual?
Sí. El hermetismo es al orden metafísico lo que el Vedanta al orden cosmológico: una de las formas en que se manifiesta la identidad suprema que existe más allá de todo dualismo y escisión aparente; es la síntesis donde todo análisis confluye y el símbolo con el que se unifica lo diabólico (es decir, toda división). Es por esa razón que a veces huele a azufre, una sustancia que se usa con tal de obtener una suave flagrancia después de haber llevado a cabo la destilación y la disolución.
¿Acaso la alquimia es una forma de hermetismo activo? ¿Qué lugar le corresponde a la tradición alquímica dentro del pensamiento europeo? C.G. Jung solía decir que la Alquimia era una metáfora de como el Alma se transformaba a través de la vida. ¿Considera usted que la Alquimia es un camino iniciático, un simbolismo de la transformación y la conversión?
Sin duda. La alquimia es el verdadero camino del hermetismo porque en su interior se “funden” el laboratorio y la oratoria. Podemos decir que la astrología y la poesía son igualmente metodologías alquímicas (el poder alquímico de las palabras según Rimbaud). La realización iniciática del Adepto se logra cuando en él se unifican la tierra y el cielo (otra forma de no dualidad). La transmutación es una forma de divinización, es decir, darnos cuenta de que existe en nosotros una chispa divina y de la que debemos eliminar toda escoria por medio de nuestro atanor interior. La “conversión” es más bien un término usado por el exoterismo religioso de “baja intensidad”. No obstante, ambas cosas se refieren más o menos a lo mismo.
Estoy personalmente comprometido con esta búsqueda, intentando escuchar lo que dice el mundo y me comprometo con llevar a cabo una transformación interior que implique una “conversión” de nuestra mirada bajo la guía de nuestro “maestro interior” (es preciso protegernos de la plaga del subjetivismo). He desarrollado este punto en un libro que se publicará pronto: L’Ether, el cual es, en cierta forma, la secuela de Racination. En él evoco el “yoga poético” (soy bastante consciente de lo extraño y desconcertante de tal formula, sin embargo, creo que “tiene sentido”). El pensamiento alquímico hace parte del movimiento hermético europeo y podemos encontrar muchos de sus representantes en movimientos religiosos (muchos de ellos marginales), filosóficos (como sucede con el idealismo alemán) o en el arte y la literatura. Por otra parte, científicos como Newton se interesaron mucho en la alquimia, por lo que no resulta sorprendente que los “fundadores” de las ciencias profanas contemporáneas tengan orígenes herméticos.
¿Considera que el símbolo de ouroboros es la representación tradicionalista por excelencia del eterno retorno?
Creo que se trata de un símbolo inmemorial y, por lo tanto, tradicional. El principal problema de usarlo consiste, antes que nada, en lo que designa: debido a la cristianización, los europeos han terminado por asociar a la serpiente con el diablo, es decir, con el mal, y no con la medicina y la curación (el caduceo que usan los médicos y los farmacéuticos) o la resurrección (la muda de piel). Por tanto, solo hacemos referencia a la serpiente adánica y no a la serpiente mosaica, hecha de cobre y con poderes sanadores.
Considero que el caduceo que usa Hermes es un símbolo bellísimo, ya que une ambas realidades en torno a lo vertical: la tierra (la serpiente como animal ctoniano) y el cielo (las alas). Considero que el símbolo y el mito son la metafísica por excelencia.
Fuente: https://rebellion-sre.fr/entretien-avec-remi-soulie-hermes-le-messager-du-sacre-dans-le-monde-moderne/