Orientaciones nacional-bolcheviques 2003 y 2007
La referencia que se hace al nacional-bolchevismo parecerá anacrónica para algunos. Sin embargo, aquellos que están interesados en la historia de Europa y en su destino, deberían considerar de otro modo este asunto. Nuestro continente vivió, durante el siglo XX, agitado por dos guerras civiles europeas, la primera revolución comunista, el decline de la supremacía económica y política de Europa en beneficio de los Estados Unidos, Alemania y, correlativamente a finales de siglo, el estallido del imperio soviético. De una manera o de otra, estuvo siempre concernida por el conjunto de estos eventos. Lenin lo consideró como llave de la revolución comunista en Europa y, de una cierta manera, como un detonante en la futura revolución rusa.
Fue en el periodo siguiente a la Primera Guerra Mundial que nace en Alemania el nacional-bolchevismo, lo hizo en el seno del KAPD (Partido Comunista Obrero Alemán) bajo la tendencia consejista de Hamburgo. De esta manera se desarrolla la teoría de «pueblos jóvenes», de «Nación proletaria» y de la convergencia con la revolución bolchevique, «orientación hacia el Este» (Moeller van den Bruck). Sin entrar en detalles sobre ésto, podemos afirmar, sin embargo, que el nacional-bolchevismo fue una alternativa pertinente al caos que se había desarrollado en el corazón de Europa. Alemania puso en juego la expansión de la revolución comunista hacia el Oeste del continente y la tentativa imperialista hitleriana desembocó en la bipartición de Europa bajo la hegemonía soviética y estadounidense. Los nacional-bolcheviques constituían la parte más radical, anticapitalista del movimiento de la Revolución Conservadora Alemana. En algunos puntos, tenían concepciones totalmente distintas. Fueron portadores de un alto concepto sobre Europa, algo innovador en sus tiempos. Fueron perspicaces sobre la decadencia del Occidente capitalista sometido a los valores mercantiles, no veían absolutamente nada malo en el comunismo soviético que se convirtió poco a poco en comunismo nacional. Cabe destacar que no reivindicamos ni excusamos los errores inherentes al comunismo soviético ni las propias de cualquier empresa humana. Sin embargo, sería en vano ignorar la complejidad de la realidad soviética. Las tendencias favorables para la constitución de un bloque eurasista tuvo su aparición en la URSS, idea que nos quedara para el futuro. Esta idea fue usada por los nacional-bolcheviques como ejemplo. Además, ésta se unió, en 1935, a la idea imperial y a la formación de un gran estado germano-eslavo, sobrepasando así el concepto de nación. Ernest Jünger escribió : «La palabra nacionalismo es una bandera, fuerte y usada para fijar claramente la posición de combate original de una generación durante los tiempos caóticos de transición; ya no es de ningún modo lo que creen nuestros amigos ni nuestros enemigos, es la expesión de un valor superior: designa una condición, nuestra meta». Así mismo, para nosotros, la nación puede ser un mito movilizador en la defensa de los intereses de los trabajadores de cara a los ataques incesantes, a la que sobreviven, por parte del sistema mundialista, la meta es la transformación de Europa en una idea imperial. Este proyecto puede parecer lejano, pero no es una fantasía si nos unimos a lo que llamamos: el nacional-bolchevismo.
¿Cómo concebirlo de manera razonable en nuestros tiempos?
Esta es la segunda parte de nuestra reflexión, y yace sobre el trinomio: Europa-Socialismo-Identidad. Un cierto numero de individuos, que han abandonado los clásicos caprichos nacionalistas de naturaleza derechista, hicieron referencia sobre Europa y sobre nuestra identidad sin, ni siquiera, interesarse por las posiciones nacional-bolcheviques. De hecho, se pusieron en un contexto de defensa de la identidad europea de cara a la inmigración extra-europea, todo ello culpando al mundialismo de destrozar las poblaciones. Como consecuencia de aquello, se plantea una reflexión sobre el renacimiento de nuestras raíces, patrias carnales y tradiciones. No se puede contestar a todo aquello que representa un interés en la perspectiva de la «larga memoria», pero no es más que una actividad de conservación. ¿Cómo poder unir el trinomio, del cual hablamos anteriormente, hacia una actividad política eficaz? Para ello, es necesario, aludir claramente al enemigo. Es posible, evidentemente, denunciar ciertos malos síntomas del sistema y reunir los descontentos. El combate contra la inmigración releva este dispositivo. Pero ¿Quién no quiere ponerle límites? Diabolizar la inmigración como lo hizo Guillaume Faye, con una visión fantasmal y etnicísta del Islam considerado que fue llevado a una ofensiva mundial contra las poblaciones blancas, parece, desde luego, reductor y sirve más a intereses americanos sionistas. El Islam no es causa de inmigración, ya no es más la causa de auto-destrucción europea durante el siglo XX. Es bastante conocido que los Estados Unidos jugaron bien sus cartas en cuanto a la descolonización, de manera hipócrita e interesada, lo hicieron en contra del poder europeo en Africa y utilizaron grupos fundamentalistas musulmanes en Algéria, la ex-Yugoslavia, Afganistán, el Caúcaso, y allí en donde sus intereses geoestratégicos estaban en juego.
Debemos, entonces, dañar el corazón del sistema, y ese corazón es el capitalismo. ¿Quién o qué entierra actualmente la identidad europea? ¡Es el capital!, ¿Quién o qué ha revolucionado el planeta? ¡Es el capital! ¡es el único sistema político-económico que ha tenido éxito llevando sus revoluciones hasta el límite! Después de haber destruido el feudalismo instaurando los Estados nacionales, los dinamitó. Sin embargo, aunque seamos crédulos de alguna que otra ilusión: el gobierno mundial llegará. En realidad, es la importancia de la hegemonía que causa esta ilusión. Esta hegemonía es la de los Estados Unidos. Son ellos los que llaman al mundo «unipolar», en el que subsistirán, desde luego, otros estados, pero fuertemente disminuidos a la imagen de la Europa tecnocrática que construimos con sus proyectos micro nacionalistas regionales. No haremos una prospectiva concerniente a futuras hegemonías competidoras, sabemos, únicamente, que el capitalismo no es un futuro viable para la humanidad y que se compone de una rica diversidad de identidades lingüísticas, étnicas, políticas, unidas a las grandes civilizaciones, incluso la nuestra, y que no queremos que desaparezca (como las demás) en una homogenización y/o bajo una hegemonía extranjera a nuestra identidad (siendo admitido que ésto es una herencia unida a un futuro abierto sobre las posibilidades reales).
¿Por qué el socialismo es una solución?
En primer lugar, ¡porque es históricamente europeo! No es necesario confundirlo con las formas de existencia social, más o menos comunitarias, que se han encontrado en el pasado ciertos aires culturales. El capitalismo industrial nació en nuestros muros, y apareció igualmente su antídoto. Los contra-revolucionarios ven en el socialismo un hermano gemelo del capitalismo, ambos gravitan sobre ideas de Derechos Humanos, de igualdad, de jacobismo, etc.
Es cierto, si consideramos que el capital engendró el socialismo, aunque no es una verdad obvia. En efecto, el socialismo es fruto del esfuerzo del mundo del trabajo para erradicar la alienación del hombre, engendrada por el desarrollo monstruoso del capitalismo, reduciendo a sus trabajadores a no ser más que fuerza de trabajo alienables, como cualquier otra mercancía. Sin olvidar que es el hombre, gracias a su labor, el que permite la valorización del capital que siempre busca, a causa de su forma de producción (problema de índice de beneficio analizado por Marx), un productivismo incrementado. Es la respuesta de trabajadores conscientes y organizados ante la explotación inherente a la relación social capitalista. En el siglo XIX, Francia estuvo en el corazón de la formación de la alternativa entre el socialismo y la barbarie capitalista. La respuesta estuvo a nivel del desafío, puesto por la amplitud de la nueva organización del trabajo, de conquistas técnicas, utilizadas para aumentar la productividad y la expansión del mercado a escala mundial. Es, entonces, inútil querer un capitalismo moderado, humano, etc. La lucha de clases es una realidad, es así aunque no la consideremos como la explicación última de la historia universal. Es ésto lo que nos distingue, entre otras cosas, del marxismo fosilizado tal cual se ha impuesto, poco a poco, en el seno del movimiento obrero. Marx pensaba que porque él había comprendido que el capitalismo albergaba las luchas de clases anteriores a su llegada y simplificaba éstas poniéndolas a su paroxismo último, concebía entonces, la solución a sus numerosas contradicciones, produciendo una clase social que no pudiera ser reconocida más que como última clase universal apta para la dominación, con el propósito de engendrar el fin de la dominación social y político-económica. En este sentido, Marx podría alegrarse del triunfo del libre comercio, único actor capaz de establecer las bases necesarias del comunismo. «Pero en general, en nuestros días, el sistema protector es conservador, mientras que el sistema de libre comercio es destructor. Disuelve antiguas nacionalidades e impulsa, hacia el extremo, el antagonismo entre los burgueses y el proletariado. En una palabra, el sistema de la libertad comercial anticipa la revolución social. Es sólo en este sentido, señores, que yo voto en favor del libre comercio.» (Discurso sobre el libre comercio). ¡Y decir que en nuestros tiempos, algunos acaban de percibir que el capitalismo es la mundialización del comercio! ¡Nuestros izquierdistas tienen ciento cincuenta años de retraso! ¿Por qué sus discursos de antimundialización –cada vez más suavizados en altermundialización- son siempre correlacionados a posiciones imigracionistas, feministas, etc.? pues porque no son más que el extremo derecho del régimen, lo que quiere decir que es la tendencia, la más libertaria, que sueña en un mundo que no estará más cargado por la pesadez humana, su resistencia, sus raíces, su historia. Es el sueño del capital financiero, que no será más que crecimiento exponencial mientras que los proletarios europeos serán reducidos a un nivel de existencia cercano al tercer mundo y que las miserias del planeta estarán invitadas a planificar la autogestión de su propia miseria como en los carnavales al más puro estilo de Puerto Alegre.
Somos socialistas, porque sabemos que nuestros ancestros fueron quienes produjeron las riquezas que Europa heredó. El capital se permite despojar todos los esfuerzos de generaciones sucesivas de nuestros pueblos (privatizaciones en todos los sentidos, expoliación de una infinidad de impuestos, etc.) a fin de proseguir su curso en la valorización y distribuir, subsidiariamente, las migajas a los inmigrantes o a las clases dominantes de sus países de origen para obtener así, una relativa tranquilidad social sobre el territorio nacional y poder continuar el curso del mercado en los rincones del planeta. (1).
Estamos ligados a la herencia de luchas ancestrales de los trabajadores europeos para rechazar esta lógica de menosprecio de los pueblos y en particular de sus clases laboriosas. La solidaridad de trabajadores entre naciones (2) no consiste en acoger, pasivamente, en nuestro suelo, a los pobres diablos reducidos por algunos en el rango de lumpen proletariat, y por muchos, en el rango de neoproletario atomizado. La mayoría de nosotros no disponemos de una consciencia de clase resultante de luchas organizadas contra el capitalismo (3), consciencia que tuvo su peso en nuestro continente. Podemos confiar que los representantes de la clase dominante han hecho antes una valoración cuando tomaron la decisión de llamar, cada vez más, a la inmigración esencialmente extra-europea. La generosidad burguesa encuentra sus límites en la valoración de su interés en la dominación.
No tenemos culpa alguna de haber mantenido antiguamente colonizados a estos pueblos. Los capitalistas sí, los trabajadores no. Es muy significativo de constatar como las bellas almas del sistema, aquellos que evocan el periodo de la colonización, olvidan singularmente la existencia de clases sociales para hablar sólo de Europa, de Occidente, del hombre blanco, como agentes de la explotación de pueblos colonizados. La finalidad de todos esos discursos antiracistas es: proletarios europeos quedaos tranquilos, dejaos sumergir en la idea de mundialización y de los desplazamientos de la población a fin de estar atomizados; mientras no os organicéis para luchar realmente en contra de este sistema incoherente. El capitalismo puede ser unas veces racista y otras antiracista según sus intereses.
¿Qué estrategia debemos utilizar para hacer tambalear el sistema?
Las representaciones que los hombres hacen de la realidad social forman parte de esta realidad. La representación política central de la mistificación capitalista democrática es la bipolarización política de la Derecha y la Izquierda, estando así ligada a los procesos de desarrollo del capital y acompañando esa dominación creciente en la sociedad después del siglo XIX. Sólo el capital ha podido alterar las formas ancestrales de existencia social desarraigando a los hombres y transformándolos en proletarios. La derecha siempre ha representado la retaguardia de este movimiento de destrucción bajo forma nostálgica o reaccionaria, según el caso y las ocurrencias históricas. La izquierda ha representado siempre la vanguardia de este proceso, con la idea de construir un hombre nuevo, más o menos sin apego a las escuelas y a las sensibilidades. En este sentido, fue más o menos inspirada por la idea comunista, teorizada por Marx, en detrimento de otros enfoques del socialismo (la escuela de Proudhon en Francia, Sombart en Alemania, etc.). La fuerza del marxismo reside en el proyecto de realización del hombre total que ha superado todas las alienaciones. Marx proyectó en un plan profano –para realizarla- una idea ancestral iniciática de reintegración del hombre y todas sus facultades desarrolladas y armonizadas. Este es el núcleo más fascinante de la doctrina. (4). Este aspecto no era extraño para las otras corrientes del pensamiento socialista, pero estuvo unida a una concepción de justicia social. Esta última preocupación no fue fundamental para Marx, quien estuvo interesado en la revelación del sentido de la historia material de los hombres. Ciertas formulaciones hacen creer que él la precibía, analogicamente, como el desarrollo de una ley natural, los hombres en su manera alienada no son totalmente conscientes de los resultados engendrados por su acción. Esto explica en gran parte la ideología y la práctica de partidos comunistas que accedieron al poder: el sacrificio relativo de ciertas generaciones en la óptica de un futuro radiante. Para nosotros el socialismo auténtico instaura la propiedad a un nivel adecuado al sistema de la producción moderna, bajo una forma de participación, de socialización y de dominio creciente sobre la economía. Es así que combate, particularmente, el capital financiero anónimo y cosmopolita. El Estado garantiza el crecimiento de la Nación (tenga la extensión que tenga. En un Estado o en una federación socialista europea, por ejemplo: lo esencial es el alcance de la soberanía política), dándole un futuro. Además, cristaliza un proyecto para la población, por la unión de la comunidad política, siendo ésta su idea, otorgándole una realidad substancial y efectiva. Por todas estas razones, decimos que todo combate por la identidad europea será en vano si no ponemos en el corazón de nuestra doctrina, la crítica del capitalismo y la opción socialista en un espíritu realmente patriota. Como el pensamiento de Niekisch, es necesario creer en un vínculo natural entre la lucha proletaria y la pasión nacional, lo que en nuestros tiempos estaría en un marco verdaderamente europeo (en las antípodas del europeísmo). No tememos evocar la lucha de clases sin hacerla absolutamente mítica, como lo hizo la extrema izquierda, holgazanes de la revolución que jamás hicieron nada más que el trabajo sucio que les mandaban sus empleadores capitalistas. Concentramos nuestra acción sobre el eje «Ni derecha, ni Izquierda» interviniendo en las luchas sociales. (5). Es igualmente de esta manera, que rendimos servicio a la causa de todos los pueblos sometidos en la trayectoria demente del capital.
«Sólo la voluntad de la lucha de clases, en tanto que el « órgano político y el receptáculo nacional de la voluntad de vida, libere a los pueblos. Ernst Niekisch. Lucha de clases.. 1932.
Notas.
1). «Designar por el nombre de fraternidad universal la explotación a su estado cosmopolita, es una idea que sólo podía haberse originado en el seno de la burguesía. Todos los fenómenos destructores que la libre competencia originó en el interior de un país se reproducen en proporciones gigantescas en el mercado universal.». Marx. Discurso sobre el libre comercio.
2). Es el internacionalismo el que no debe confundirse con el cosmopolitismo. El prefijo «inter» en latin significa: entre, en medio de… Fuente: Diccionario Latino-Francés, Gaffiot. Así que la solidaridad de los trabajadores entre, en medio de las naciones. ¡¿No es suficientemente claro?! . Cosmopolita : ciudadano del mundo, expresión utilizada por Diógenes, el cínico en la antigüedad. Muy a la moda en el siglo XVIII, conceptualizada por Kant. «a pesar que el romanticismo toma a menudo un carácter fuertemente nacionalista, el movimiento socialista, con Marx, se substituyó el internacionalismo proletario por el cosmopolitismo entendido como actitud propia de la burguesía y como ‘nihilismo nacional’.». Enciclopedia de Filosofía. LGF 2002. « Nihilismo nacional », ¿No les dice nada? [Nota de julio de 2007.]
3). No olvidamos la lucha grandiosa que ciertos militantes de países colonizados tuvieron contra el capital. Muchas de estas luchas no desembocaron en una solución viable a largo plazo, otras lo lograron parcialmente. Ciertas figuras lustres como Patrice Lumumba en Africa (poco se evoca en nuestros días y no es casualidad…) quedan en la memoria de los revolucionarios. [Nota de julio de 2007.]
4). Leeremos el tema sacándole mucho partido en el libro de Michel Henry : Marx. I. Una filosofía de la realidad. II. Una filosofía de la economía. Ed. Gallimard. Col. Tel. Enparticular, el volumen I, capítulo II, 3° teoría del proletariado y la revolución, en donde el autor muestra la herencia de la metafísica alemana (de la alquímia de Jakob Boehme, de Luther a Hegel pasando por la dialéctica, de sus diversos niveles de interrelación y de aplicación. «A su manera, el proletariado se adhiere en la historia dramática de los contrarios y lo cumple, cumple el sacrificio, el despojo de sí mismo, su pérdida completa que conduce a la redención, que constituye la reanudación y la reconquista del ser verdadero, la recuperación y la regeneración». Op. cit. T 1, p.144. [Nota de julio de 2007].
5). Es evidente que es de utilidad designarlo, podemos calificarnos como nacional-comunistas. [Nota de julio de 2007.]
ORIENTACIONES NACIONALES BOLCHEVIQUES II. Julio/Agosto 2007.
« Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos ». Marx. Manifiesto del Partido Comunista.
A propósito de una cuestión de terminología.
I
El término nacional bolchevismo junto a aquello que escribimos en 2003 (“Orientaciones Nacionales Bolcheviques I”) lo comprenderemos como un sinónimo de nacional comunismo, expresión que nos parece la más apropiada para dar a entender la posición crítica de los comunistas revolucionarios de cara a la situación actual, la mundialización y su correlato ideológico, el mundialismo (declinado bajo diversas formas de derecha y de izquierda).
II
Una explicación es necesaria (bajo la forma de un breve viaje hacia el pasado) concerniente a la adulteración de ciertos términos durante el siglo XX. Durante los años 30 y 40, en Francia, el Partido Nacional Comunista de Pierre Clémenti se transformó, durante el periodo de colaboración, en Partido Nacional Colectivista. Esta formación fascista de derecha no puede, en ningún caso, ser considerada como nacional bolchevique o nacional comunista. Sus opciones anti-marxistas y anti-eurasistas, muy cercanas al imperialismo hitleriano, la sitúan en las antípodas de la tradición revolucionaria que defendemos. Durante la misma época, los nacional-bolcheviques alemanes sobrevivieron a una terrible represión por parte del sistema nacional socialista. Del mismo modo, algunos, con el fin de sembrar la confusión, unieron el Frente Negro de Otto Strasser al nacional-bolchevismo. Esta organización que estaba, en efecto, opuesta al nacional socialismo –algo que le honra-, no fue más que una formación socialista nacional de tipo reformista, no reconocía la existencia de la lucha de clases (jerarquización esencial). Para terminar este punto, señalamos la existencia, en estas últimas décadas, de grupos cualificados para los medios oficiales o, incluso, para ellos mismos, los nacional-bolcheviques. Es, igualmente, una superchería identificar el socialismo de izquierdas (conocemos la apreciación crítica de Niekisch sobre esta corriente, y su total rechazo) con el nacional comunismo. La ausencia de referencia, por parte de estos grupos, sobre la lucha de clases y el problema de la valorización del capital, demuestra su confusión doctrinal, una auténtica oportunidad para la clase dominante.
¿Dónde estamos?
La posición nacional comunista se recubre, paradójicamente en apariencia, de un carácter de actualidad y de necesidad política. El bloqueo del Este no está destruido «solamente» por un efecto sistemático o estructural, contrariamente a lo que afirma la propaganda de historiadores y de sociólogos burgueses, tendiendo a mostrar que el «comunismo no es viable» o que oprimía a los «ciudadanos», a «la sociedad civil» o a las «nacionalidades». A lo más que llegó, es a ser un «bello ideal» (propaganda de «Lutte Ouvrière», partido francés de extrema izquierda). El rol de una burguesía de Partido y de un mercantilismo anti-nacional ha sido determinante (una vez más los informes de clases). Se han liquidado (factor, desde luego, no exclusivo) las conquistas de la Revolución de Octubre (problema del periodo post-staliniano). Paralelamente a su ofensiva en el Este, el capital empezaba una restructuración al Oeste, volviéndose necesario a partir del momento en donde su proceso de acumulación, posibilitado por los efectos a largo plazo del plan Marshall, comenzaba a agarrotarse. La carrera desenfrenada de nuevos mercados estaba lanzada a todos los niveles ; el capital buscaba la valorización al menor costo, ya sea en las operaciones financieras a corto plazo, o en las inversiones del país a bajo costo salarial (descentralizaciones). De hecho, el proletariado pasó de sentir de lleno el azote en todos los países a los efectos desastrosos de la mundialización. En este contexto, las clases intermediarias están igualmente sacrificadas sobre el altar del capitalismo internacional. Europa no es más que un vasto mercado sin proyecto geopolítico y el planeta entero una caza vigilada del gran depredador sionista americano. El marco de la nación debe, entonces, aclararlo con el fin de salvar la existencia de las clases dominantes.
De cara a esta situación, los auténticos antimundialistas reactualizan el combate por la Nación, no desde una óptica nostálgica, étnica, nacionalitaria (lucha por las nacionalidades del siglo XIX), irredentista, etc., pero si dentro de una estrategia de resistencia a un gran número de explotaciones y de ofensivas para imponer una orientación política anticapitalista. Los nacional-comunistas son el hierro de la lanza de esta ofensiva y muestran que la lucha de los proletarios no es indiferente a la suerte de su nación. « Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional». Marx. Engels. Manifiesto del partido Comunista. No hay proyecto socialista viable a partir del momento donde la burguesía llegaba a disolver a los trabajadores, es decir sus puntos de referencia, en el reinado absoluto de la mercancía. Los proletarios ya no tienen patria, dice «El Manifiesto», pero les es necesario conquistar el poder político, erigirse en clase dominante de la nación a fin de tener una patria socialista, garantía de una existencia que conquistar, y aquello, porque no más tarde, en una federación socialista europea, una unión de repúblicas socialistas de Europa. Se quiera o no, la política no se desvanecerá de un día para otro.
· Las tareas políticas actuales y las venideras.
I
Sobre el plan doctrinal, no paramos de decir que es necesario destruir la falsa división entre derecha/izquierda. La propaganda política debería insistir en ello. Hace falta desenmascarar las intenciones de la clase dominante y las incomprensiones ideológicas que se manifiestan a través de las diversas apariciones concretas de la derecha y la izquierda. La expresión de «Revolución conservadora» que apareció en la Alemania de Weimar tuvo interés. Era premonitorio, en este sentido, anticipó el movimiento de autonomización del capital que no dejaba subsistir en el ser más que sus propias presuposiciones y que se oponía a ello la solución revolucionaria y el mantenimiento de valores éticos y culturales inherentes a aquello que es propiamente humano tanto por las particularidades como por la universalidad. Este ejemplo aclara, entonces, nuestra crítica de conceptos de derecha y de izquierda. Si se tratara de «valores», podríamos reconocer el buen fondo de ciertos valores provenientes de la derecha o la izquierda, pero verdaderamente no se trata más de actitudes políticas, aunque si de referencias éticas. Es necesario, entonces, plasmarlo en un plan político, de apuntar hacia lo esencial. Los conceptos utilizados deben servir para designar la práctica de individuos activos, productores de informes de clases, de su evolución y no de aquello que ellos se imaginan, representando así su objetivo (función de ideología). El nacional comunismo es la puesta en práctica de la crítica del sistema y de sus representaciones autojustificadoras, nada más ni nada menos.
II
Parece curioso afirmar que el proletariado debió apropiarse del poder político. Si lo hubiese hecho, el proletariado habría,entonces, desaparecido. Si queremos decir que ya no parece más a aquello descrito en el siglo XIX, por ejemplo, para F. Engels en «la situación de la clase obrera en Inglaterra», es un truismo. Lo contrario sería extraño. Sin embargo, nos imaginamos que la burguesía vive de la nada y que las instituciones políticas son asunto de filántropos, todos ocupados de la salud de las almas. Estas trampas para ingenuos tienen por función hacer olvidar la complejidad de informes sociales de explotación en las sociedades postmodernas y la eficacia del control político e ideológico sobre la masa explotada y alienada. Todos presentan la mundialización como inexorable y así, neutralizan toda forma de oposición política.
El poder político no es, para nosotros, una manera de administración óptima. Las clases no son entidades sociales trascendentes ni objetos sociológicos exteriores a individuos que viven en situaciones concretas. Representan las condiciones de acción y de existencia de individuos particulares que viven en condiciones similares. Estos se encuentran y tienen aspiraciones comunes. «En la ley, escribe Marx, los burgueses deben saber darse una expresión general, precisamente porque ellos dominan como clase ». Se organizan políticamente gracias a instituciones, partidos, etc., adquieren así, una unidad verdadera más o menos realizada/realizable, conciben y pretenden su unidad ideal. Tienen por consiguiente una larga experiencia histórica como ventaja. Es éste el dispositivo político ideológico que debemos dinamitar. La ventaja que la burguesía posee sobre el proletariado, en cuanto a la consciencia de su situación, se basa sobre la consciencia del mantenimiento de su condición y de los medios que dispone sobre este aspecto. Pretende la reproducción óptima de esta última : la ley y el poder político están a su disposición. En la destrucción del viejo mundo, los proletarios, según una expresión muy conocida, no sólo tienen que perder sus cadenas, pero si ganar un mundo. Esa es precisamente la dificultad. Ellos tienen una consciencia de clase que elaborar: «El concepto de clase, que implica la toma de consciencia por sí misma, se convierte en un concepto político, cuando esta toma de consciencia se ha efectuado, cuando la clase piensa por ella misma y se da por aludida como una unidad, cuando piensa y actúa como tal». Michel Henry. (2). Para el proletariado, ésto supone la elaboración del sentido (y de medios para conseguir) en una ruptura con la dominación del capital.
III
Actualmente, ¿cuáles son las condiciones de la puesta en práctica de una acción política propia de los trabajadores? La mayoría de las formaciones políticas concuerdan con el mantenimiento de la dominación capitalista. Existen respuestas «marginales» que se sitúan en polos opuestos de la palestra política. Se trata de insistir sobre la fractura por la cual el bello edificio del sistema podría agrietarse. Esto es el antimundialismo consecuente (y no el altermundialismo). Concretamente, se puso antes la unión de clases de la población, la más afectada por el proceso de la mundialización, es decir por la liberalización, las privatizaciones, los afectados a la soberanía nacional y a la puesta a disposición del poder político de Francia al servicio del eje americano-sionista. Aquellos que se encuentran en estos puntos esenciales deben unirse políticamente con el fin de crear la fuerza capaz de invertir el curso de las cosas. Es, por otra parte, necesario que el proletariado forje sus propias armas a fin de ser, poco a poco, la fuerza política hegemónica en el seno de este proceso sin excluir ciertos elementos pertenecientes a las clases intermediarias «frágiles» por la mundialización. “Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía. ». Marx. Manifiesto del Partido Comunista. (3).
En nuestros días, una defensa real de los intereses del proletariado, pasa por la recuperación de la independencia y de la soberanía nacional comprendida como obstáculo a la dominación sin sombra del capital. El marco de la nación no es neutro, puede servir de elaboración de formas de existencia sociales deferentes a aquellas vividas hasta ahora. Este es el sentido de lucha de los nacional-comunistas.
JULIO 2007.
NOTAS.
1). Marx. Economía. T1. P. 172. Ed. Gallimard. Col. Pléiade.
2). Michel Henry. Marx. T1. Una filosofía de la realidad. P. 236. Ed. Gallimard. Col. Tel.
3). Marx. Op. citada. P