¡El virus es el capital!
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Nuestra sociedad está enferma. Estamos atravesando una pandemia de miedo sin precedentes y nuestros gobiernos mantienen hábilmente esta ansiedad. Es el sistema capitalista y su modelo globalista los que son la fuente del mal; ellos son los que transmiten la infección. Todos tenemos los síntomas y no tenemos ningún tratamiento para combatirlos. La buena conciencia que se apoya junto a nuestra cama y se queja de los estragos de las enfermedades, es inútil. Debemos encontrar la fuerza para superar esta enfermedad dentro de nosotros mismos.
Primero, hagamos el diagnóstico correcto. Las amenazas a Francia y Europa tienen causas específicas.
Durante años, las potencias occidentales hicieron la vista gorda a las acciones de los islamistas cuando servían a sus intereses. Originalmente en Afganistán contra los soviéticos, luego en el Cáucaso contra los rusos. En Bosnia y Kosovo, fueron aliados en “guerras humanitarias” contra los serbios. Hasta ayer, fueron reclutados como tropas de choque del caos en Libia y Siria. Este uso geopolítico de estas corrientes en la desestabilización de los enemigos del Nuevo Orden Mundial explica la complacencia mostrada por sus redes en Occidente y por los países y clanes de la Península Arábiga que las financiaban hasta la década del 2000. Esto se duplica por el clientelismo de la comunidad de funcionarios electos en determinadas áreas urbanas con objetivos puramente electorales.
Entonces, ¿por qué nuestro territorio se ha convertido en un campo de batalla? Simplemente por la política migratoria y la apertura de fronteras deseada por las clases dominantes desde hace 50 años. El ideal de un mundo abierto y multicultural ocultaba la fría lógica de una oligarquía que quería destruir el marco popular europeo y explotar toda la miseria del mundo en su propio beneficio. Los hermosos discursos humanistas fueron solo un argumento publicitario para vender esta empresa. Hoy están destrozados y nos dejaron con una sociedad hecha pedazos.
La desintegración de Francia es también consecuencia de la aplicación de la doctrina del turbo-capitalismo. Destruye a las comunidades auténticas y los lazos sociales para reemplazarlos por la lucha de todos contra todos. La ley de “divide y vencerás” llega a su consecuencia final en el colapso de la sociedad. Al no compartir ninguna referencia común, las diferentes poblaciones se consideran extrañas. Todos se encierran en una burbuja digital poblada únicamente por sus fantasías e ilusiones. Las redes sociales y los choques entre los medios alimentan estas comunidades de identidad de bajo costo.
Los llamados a defender los valores republicanos son solo una broma. El discurso falaz sobre la libertad de expresión en Francia, y la orden de ser todavía (y siempre) Charlie, es prueba del agotamiento del buen pensar burgués. No tiene nada que oponer a los bárbaros más que la defensa del derecho a la blasfemia y el nihilismo de sus valores de consumo rápido. ¿Morir por esta “República”? ¡No gracias! Si defendemos una cierta “idea de Francia” (espiritual, popular, revolucionaria y arraigada) no la asociamos en absoluto con este sistema que es su negación.
Al final, el tratamiento del “terrorismo separatista” propuesto por el buen doctor Macron es un tratado falso: o un conflicto civil destructivo, o una sumisión a su Nuevo Orden Moral. Esta estrategia de seguridad liberal es un medio para permitir la supervivencia del sistema. Ya no garantiza la seguridad de los ciudadanos en ningún ámbito. En cualquier caso, esto no apoya la emancipación de la alienación y la explotación.
En el contexto de la seguridad sanitaria frente al Covid 19, tenemos la misma lógica en funcionamiento. No queriendo sacrificar los cimientos del liberalismo por la protección del país ante este peligro, el gobierno ha dejado abiertas nuestras fronteras y ha desarmado nuestras barreras sanitarias. Su inconsistencia e incoherencia durante la “primera ola” fueron el origen del desastre económico y sanitario que estamos sufriendo. Recordemos una vez más, la incapacidad de proteger a los más vulnerables y poner en marcha una política de salud eficaz que está vinculada a la aplicación de la doctrina del turbo-capitalismo (destrucción de los servicios de protección social y sanitaria, liquidación de los hospitales públicos, privatización de la investigación médica, reubicación de industrias estratégicas, adopción de reglas de comercio internacional y legislación transnacional).
Hoy se culpa a la gente al ocultar las verdaderas causas de esta crisis. El discurso despectivo y la infantilización de los franceses por parte del gobierno contribuyen a crear una legítima desconfianza hacia las medidas del Estado. No son las noticias falsas o las teorías de la conspiración las que socavan la moral de la gente, son los gobiernos inconsistentes. La oligarquía finge que todo está bajo control y que la vida (especialmente la económica) sigue. Pero ya se están preparando bombas más peligrosas
Confinamiento, toque de queda, reclusión: la prohibición de las relaciones humanas, familiares y amistosas tendrá consecuencias terribles sobre una psicología colectiva ya frágil. Al mismo tiempo, dejamos la cultura al cuidado de GAFA y Netflix. Estamos cerrando lugares de culto y dejando abiertos los hipermercados… Las transformaciones económicas que surgirán del Covid 19 dejarán atrás a millones de trabajadores y uberizarán las condiciones de quienes puedan salvar sus trabajos. Estamos avanzando hacia un plan de decrecimiento radical que no será ni muy amistoso ni voluntario por una vez. El deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población mundial va acompañado del ascenso a nuevas alturas del confort tecnológico de una élite oligárquica mundial.